Las matracas de madera son un instrumento fácil de tocar, y si bien muchos lo consideran un juguete para niños, también puede resultar divertido para los más mayores. Ya sea para animar a tu equipo en el próximo partido de fútbol o alegrar un poco la fiesta, este instrumento es ideal para dar la nota y llamar la atención. También puedes utilizarla como alternativa a un spinner para liberar tensión si eres de esos que nunca dejan las manos quietas (si no te importa el ruido claro).
UN POCO DE HISTORIA SOBRE LAS MATRACAS DE MADERA
Si bien el origen de las carracas es algo incierto, podemos situarlo en oriente, de donde es sabido que provienen la gran mayoría de los instrumentos de percusión. Hay constancia de que en países como China, India, Indonesia, así como en algunas zonas de África, se fabricaban instrumentos de características similares a la carraca. En estas regiones, donde no se empleaban campanas, era habitual el uso de instrumentos que producían sonido mediante el choque de tablas de madera con mazos o tablillas.
La matraca llegó a España como consecuencia de la llegada de los árabes y sirvió de punto de entrada para que se extendiera por el resto de Europa. La palabra matraca proviene de “mitraqa”, que en árabe significa martillo.
El uso de las matracas se extendió en la Europa medieval, tanto como instrumento para acompasar algunos trabajos (como por ejemplo la pisa de la uva), así como con motivo de la celebración de la Semana Santa en España, donde era habitual utilizarla para acallar a la gente en los días de la Pasión o despertarlos en maitines. Este instrumento también ha sido empleado por distintos compositores como por ejemplo Ludwig van Beethoven en su obra “La victoria de Wellington”, o Edmund Angerer en la “Sinfonía de los Juguetes”.
Hoy en día es frecuente su utilización en algunas festividades, en eventos deportivos (en América Latina durante partidos de fútbol) y como acompañamiento del canto de villancicos.